El perro está unido al ser humano desde hace siglos. Según los etólogos, «en todo el mundo animal no existe nada parecido a esta alianza entre dos especies diferentes».
Una sepultura canina prehistórica que excavan arqueólogos lusos revela nuevos detalles sobre la antigüedad del cariño entre el ser humano y el perro, que hace ya 8 mil años era enterrado con ritos funerarios en la Península Ibérica.
La tumba es la más antigua encontrada en el sur de Europa y sus restos arqueológicos constatan por primera vez en esta zona del continente la existencia de ceremonias fúnebres dedicadas a ese animal doméstico, según informó hoy el Centro de Arqueología de la Universidad de Lisboa.
Además de esta institución en el proyecto, cuyos hallazgos se han localizado en una zona costera al sur de Lisboa, participan investigadores españoles de la Universidad de Cantabria.
Los restos de la tumba canina se sitúan en el yacimiento de Pocas de Sao Bento, localizado en Alcácer do Sal, un municipio a noventa kilómetros de la capital lusa, donde trabaja un equipo dirigido por Mariana Diniz, de la Universidad de Lisboa, y Pablo Arias, de la Universidad de Cantabria.
Los enterramientos de perros, el primer animal en ser domesticado por el ser humano, ya se habían localizado en el norte de Europa, pero nunca se habían hallado en la Península Ibérica y otras zonas del sur del continente.
En la sepultura se ha encontrado, entre otros restos, una cubierta de conchas construida con precisión que confirma el valor simbólico que se daba al perro ya en aquella época, además del económico, según los investigadores.
Las prácticas religiosas y afectivas relacionadas con los ritos funerarios se remontan a las sociedades del Mesolítico, hace 10 mil años, cuando los seres humanos eran cazadores y recolectores, antes de que la agricultura y la ganadería se extendiera por Europa.
Técnicos del Museo Nacional de Arqueología de Lisboa se desplazaron el miércoles al yacimiento de Alcácer do Sal para extraer y conservar la sepultura, y estudian la posibilidad de hacer una futura exposición pública.
Descubrimientos anteriores ya habían confirmado que algunos grupos de cazadores convivían con el animal considerado el mejor amigo del hombre durante el Paleolítico y el Epipaleolítico.
Aunque en la Península Ibérica no se habían encontrado hasta ahora tumbas caninas sí se hallaron restos de un perro de unos 13 mil 250 años de antigüedad en la cueva de Anton Koba, en Guipúzcoa (España).
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